martes, 19 de febrero de 2013

Heilig (III)


III:

Para Ommuhan lo sagrado era el recuerdo del Hogar, de la ciudad en la que había crecido. El recuerdo de su Madre y de Ommi, su Hermana pequeña. Porque no había nada de sagrado en el campo de batalla, ni en los estandartes ni en señor ni dios alguno. Al despertar veía humo, veía rostros oscuros de ojos hundidos. Esos eran los buenos. Los peores eran los hombres de ojos brillantes, que anhelaban oir la llamada al combate y hendir sus armas en la carne del enemigo.
Ommuhan salió de la tienda que ocupaba en las escasas horas de sueño y miró el horizonte. La Ciudad estaba allí, como siempre. Pero al bajar la mirada lo que vio fue su Ejército. Los hombres esperaban a Ommorhan, Caballero de la Orden, su capitán, su guía. Sin un capitán aquellos hombres se convertirían en lobos. Ese era el deber de Ommuhan.

Heilig, ist mein Kampf in diesem Krieg
Sagrada es mi lucha en esta guerra


La Ciudad los esperaba. Durante diez años había sido ocupada, reconquistada e incluso arrasada. De ella solo quedaban los muros, que se reconstruían constantemente, y las tres altas torres que marcaban los puntos sagrados de la Ciudad. Años antes de la Guerra había una cuarta, cada una marcando uno de los puntos cardinales. Para la gente de la Ciudad eran sagradas. Por eso cuando se las arrebataron intentaron reconquistarlas. Los que se las arrebataron las consideraron puntos de observación al Cielo de donde procede su Dios y también las consideraron sagradas e intentaron mantenerlas. Para los que no consideraban sagradas las torres, pero que vivieron en la Ciudad o lucharon en sus murallas, consideraban sagradas las vidas perdidas, los recuerdos rotos y los sueños truncados.

Un guerrero corre hacia el campamento de Ommuhan. Grita palabras de Victoria, la Ciudad ha caído. Ommuhan avanza a grandes trancos en dirección hacia la tiendas de los otros Capitanes, del Señor y de la Ciudad. Sobre la muralla, cuerpos inertes. Otros en el campo de batalla, desplomados. No murieron allí sino en lo alto de las murallas. Algo terrible ha pasado en la Ciudad y el Ejercito del Señor está contento.

Heilig, jedes Mittel für den Sieg
Sagrado, haz lo que haga falta por la victoria

Ommuhan entra con violencia en la tienda de su Padre. Mira a su alrededor en la penumbra aunque ya sabe donde encontrará a Ommun. El Sacerdote fue herido hace ya tres años por una flecha en el cuello que casi le cercenó su Vida. No tendría que haber salido herido si hubiera seguido siendo el Sacerdote. Pero el mismo deseo belicista que llevó a convertir a su Hijo en guerrero lo llevó a predicar subido en un caballo de guerra entre los combatientes.- Padre.
La figura se alza en las sombras. Huele a incienso y a la pobredumbre que el Sacerdote ya no puede ocultar. Un hombre enfermo y viejo lo mira con sus ojos vacíos. Hubo un momento en el que Ommuhan se alegró de ver desaparecer la chispa sanguinaría de los ojos de Ommun. Hoy ya no está tan seguro.- Los deseos de Dios se han cumplido, Ommuhan. Su furia ha caído sobre los malvados de la Ciudad y ahora la Ciudad es nuestra.
Ommuhan entiende que no tenía que haber ido a ver al Padre para confirmar lo que ya sabía. Lo que el Señor había decidido hacía meses y que el Sacerdote había aceptado a pesar de transgredir a su propio Dios y la Palabra que le enseñó a su Hijo.

und Heilig ist der Vater der mich liebt
y sagrado es el padre que me ama

El resto de la jornada la pasaron sacando los cuerpos de los Muertos de la Ciudad. El veneno había emponzoñado todos los pozos de Agua de la Ciudad y aniquilado a todos los habitantes. En los cadáveres se ven aún las marcas de la lenta enfermedad que los marchitó por dentro. Ommuhan vió cadáveres así hacía mucho tiempo. Sus propios hombres murieron ante las oscuras artimañas del Enemigo y el Sacerdote maldijo el uso de estas armas prohibidas por su Dios. Pero el ojo por ojo había prevalecido sobre los deseos de buena voluntad y de justa guerra.

Los soldados traen a rastras a algunos supervivientes, bendecidos o malditos con un cuerpo fuerte que aún los ha preservado. Ommuhan es el primero en ver al otro Señor de la Ciudad. Era un hombre joven y hermoso, que sucedió a su Padre tras la muerte de este, lleno de Ideales y Esperanza. En pocos años terminó usando malas artes y engaños para acabar con el Enemigo y Ommuhan lo odió. Ahora, al ver sus ojos hundidos y los huesos que se clavan en la piel amarillenta ya no está tan seguro.- Mátalo, Ommuhan – dije la voz del Padre, que se arrastra apoyándose en su ayudante. Algo brilla en el fondo de sus cuencas vacías; nada bueno – Mátalo y así el Señor podrá proclamarse Amo de la Ciudad.
Y de las Minas con sus Metales preciosos. Y del puesto comercial. Y del Tesoro del otro Dios. Ommuhan sabe todo esto y algo dentro de su corazón grita de dolor. Pero su cuerpo permanece callado y alza la Espada. La Sangre del otro Señor mancha los cuerpos de sus Amigos, de su Familia, muertos lentamente por la Guerra.

Heilig, all die Sönden mir vergiebt
Sagrado, todos los pecados me son perdonados

El Ejercito volvió victorioso a casa. Ommuhan durmió durante tres días. No escuchó las canciones ni los vítores de alegría y celebración. No vio a la Señora besar su sucia frente ni al Señor honrar a su Padre en el Altar. Solo vio llorar a su Madre con las lágrimas de todas los Muertos de la Guerra.

En el lecho de su Hogar, Ommi iba a verlo. Sus manos pequeñas lo peinaban y lo cuidaban sus dulces besos de Hermana. Para Ommi su Hermano es Sagrado, aunque ya no haya Luz en los ojos de su Hermano. Pero tampoco la hay en la de su Madre y cuando los ojos de su Padre brillan, Ommi siente miedo. Por eso su Luz ilumina la Casa en la que el Hermano duerme.
La voz del Señor convoca al Ejército a una nueva Guerra. Garbi ya no llora, ¿qué sentido tiene ya? Ommi si llora y sus Lagrimas son perlas de Luz.


Heilig, ruf nach dem Meer aus Blut
Sagrada es la llamada tras el mar de sangre

El aire está lleno de arengas y gritos de Guerra. El Ejercito avanza con el Señor y su Sacerdote que se tambalea a la cabeza. Los Caballeros de la Orden de Dios los siguen y Ommuhan a ellos.
Un alto en el camino, humo a lo lejos. Las aldeas del Señor arden y sus habitantes huyen o mueren. Gritos de ira y cólera llegan hasta el Cielo. El otro Ejercito ha llegado antes de lo esperado y avanza inexorable hacia la Ciudad donde espera la Señora. Donde espera la Madre y espera la Hermana. Los gritos de Odio llenan el aire y espolea al Ejercito. Ommuhan corre, y el Cielo recibe su grito de angustia.

Heilig, sinkt mein Haupt voll Gottes wut
Sagrado, mi cabeza sedienta de la furia de Dios

La Ciudad ha sido sitiada cuando el Ejercito del Señor llega. Todos gritan. El humo se eleva de la Ciudad y el otro Ejercito es una marea que separa a Ommuhan de su Hogar. Todos gritan y el Ejercito carga.

La Lucha es eterna. Ommuhan avanza sobre su caballo con la desesperación del que ha visto la Muerte Su espada manchada de sangre hiende el aire, alzándose una y otra vez sobre la marea eterna que lo separa del Hogar. El caballo cae, muerto, y Ommuhan grita al alzarse como un Dios de la Muerte. Corta, y mancha su rostro de Sangre. Los Hombres gritan.

Heilig, sterben Feinde durch meinem Arm
Sagrados enemigos cayendo por mi brazo

El Señor lucha con desesperación junto a los hombres. Su formación se mantiene, pero Ommuhan avanza lento y lejano, matando aunque su cuerpo grite de dolor. El Padre pálido como una mortaja ve al Hijo perderse en lo lejano. Su caballo joven lleva a su cuerpo viejo más allá de la seguridad del Ejército del Señor. Nadie grita al verlo partir.
El Viejo, que es Sacerdote pero también Padre ha entendido por fin. Grita y llora mientras carga como un Soldado entre el Enemigo que no espera esa aparición espectral. Ommun ha vislumbrado de nuevo lo Sagrado, que es el Hogar, la Esposa, la Hija. El Hijo. El Enemigo reacciona y abate al Viejo de su caballo. Las flechas que lo hirieron y lo postraron al lecho lo llevan ante la Muerte esta vez. Los hombres gritan y lloran.

Heilig, spricht der Klerus seinen Wahn
Sagrado, dice el clérigo en su locura

Ommuhan despierta en la Ciudad. Llora confuso mientras cosen la herida de su vientre y curan el Vacío que deja el ojo perdido y el muñón de la mano deshecha. Fuera la Ciudad grita y llora.
El Señor encuentra a la Señora empalada en su Castillo y besa las cabezas cortadas de sus Hijos. La Ciudad ha sido violada y quemada y casi nada queda sobre lo que llorar.

Recuperan el cadáver de Ommun y Ommuhan llora sobre él pues no queda nada sobre lo que llorar de su Madre y de su Hermana. Los hombres que lo han acompañado en la larga Guerra que ya se daba por ganada lloran con sus ojos vacíos y algunos empiezan a gritar como Lobos. La lluvia roja cae sobre la tierra y Ommuhan grita y se une a los Lobos.

Heilig ist mein Vaterland nicht mehr!
¡Mi hogar no es sagrado nunca más¡

Y la lluvia roja cayó sobre la Tierra.
Una.
Y otra vez.
Y otra.
Finalmente los Hombres se horrorizaron de lo sucedido y apelaron a la Vida, el Amor y la Redención. La Paz llenó el Mundo y el aire se llenó de cánticos de Felicidad y Nueva Vida, y de Recuerdo a los Caídos.
Dos generaciones bastaron para que la lluvia roja cayera de nuevo sobre la tierra pues, de nuevo, el Ser Humano perdió de vista lo que era Sagrado para ellos.
Una.
Y otra.
Y otra vez.
La lluvia roja sigue cayendo sobre la Tierra. 

Licencia Creative Commons
Heilig por Marina Olivares Maqueda se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://literaturebastards.blogspot.com.es/.

Heilig (II)


II:

Para Garbi, sagrado es su marido, que la salvó de la pobreza. Sagrado es también su hijo, y sagrado es su hogar. Sagrada es la ciudad en la que ahora vive, independiente y fuerte. Sagrado es cada vez más el dios de su hombre, pues sagrado es él, sagrado es su hijo y sagrada es su ciudad.
Para Ommun, sagrado es Dios al que venera y de quien es sacerdote. Sagrada es la ciudad que lo vio nacer y sagrada es su familia, Garbi y su hijo. Todo esto es sagrado para Ommun, por lo que ha decidido que debe viajar lejos, con su familia y el recuerdo de su ciudad, para que su Dios sea conocido en otras tierras.
Garbi carga en la carreta todo lo que es sagrado para ella y parte lejos con Ommun. Hacia las "otras" Ciudades que veneran al "otro" Dios.

Heilig, ist mein Zug in Fremdes Land
Sagrado es mi viaje en tierras desconocidas

Ommun alza su mano, señalando a Dios que brilla en el Cielo. Unos pocos de los "otros" lo escuchan y después se van. Unos pocos vuelven, otros no. Garbi espera sentada junto a su Hijo, lo más sagrado para ella.
El "otro" Señor de esta "otra" Ciudad en la que la Ommun predica su dios, alza su mano. El "otro" Sacerdote del "otro" Dios piensa que Ommun es una amenaza. El "otro" Sacerdote tiene mucho poder entre el pueblo, así que el "otro" Señor pido al "otro" Ejercito que alce la mano. Para el "otro" Señor su ciudad es sagrada, no quiere que haya altercados.

Heilig, zu erheben meine Hand
Sagrado, alzo mi mano

Ommun pide ayuda a su Dios y después pide ayuda al Señor. Le cuenta lo que el "otro" Señor ha hecho, impulsado por el "otro" Sacerdote y su "otro" falso Dios. El Señor no hace caso a Ommun, paga lo que perdieron al ser expulsados de la "otra" ciudad y los despide con buenos deseos. Ommun decide ir a ver al Hijo del señor, que algún día lo será en vez de él.
El Hijo del Señor profesa la fe de Ommun y su esposa es hija de un Sacerdote del Dios. El Hijo del Señor recibe con los brazos abiertos a Ommun y le promete que hará algo en contra de ese "otro" Dios. Después de todo, Dios es lo más sagrado.

Heilig, was mein Glaube mir befiehlt
Sagrado es lo que mi fe me dice

El Señor ha muerto, su Hijo es ahora el Señor. Ommun ha conseguido permanecer junto a él todo este tiempo, primero como humilde Sacerdote del Dios en el Castillo del Hijo del Señor. Después, gracias a su labia y sabiduría, Ommun consiguió ser su consejero espiritual. Ahora que el Hijo es Señor, Ommun es el Sacerdote del Castillo del Señor y tiene el beneplácito de la Señora.
Ommun recuerda al Señor la afrenta que sufrió en la "otra" ciudad. Recuerda que el "otro" Señor venera al "otro" Dios que es falso. La Señora recuerda al Señor lo que es sagrado para él. El Señor recuerda las minas de ricos minerales de la “otra” ciudad y su situación estratégica en la ruta comercial. El Señor prepara a su Ejercito.

Para mantener lo que es Sagrado, Ommun partirá con su Señor como su Sacerdote. Ommuhan, el hijo de Garbi, lo más sagrado para ella irá con él.
¿Por qué? - dice Garbi. Aún recuerda lo que sucedió en su pueblo por querer mantener lo más sagrado. Recuerda sus consecuencias.- Es lo que Dios quiere de Mí.

Ommun se llevó a Ommuhan, cabalgando junto al Señor. Garbi y Ommi, su hijita se quedan en el Castillo del Señor. No entiende porqué lo sagrado de Dios es hacer la guerra a la “otra” Ciudad. Garbi contempla a los Sacerdotes y Sacerdotisas del Castillo. Veneran a Dios trabajando en silencio para ayudar a la Ciudad, o declaman en voz alta palabras de Amor y Luz. Este es el Dios sagrado de Garbi y no entiende que tiene que ver con el dios de Ommun.

Heilig, weil mein Gott es von mir will
Sagrado, porque es lo que mi dios quiere de mi

El Ejercito surca la tierra con sus caballos, sus carretas y sus hombres dispuestos a la batalla. El Señor está pletórico. La noche antes de partir, el Sacerdote Ommun y la Señora le entregaron una espada por la que habían orado durante siete noches, bruñida con el metal que cayó del Cielo (que es el Reino de Dios) y bañada con las lágrimas de la Luna, que es la hija del Dios. Es la Espada sagrada del Señor.
Junto a él cabalga su Sacerdote y su hijo, y sus caballeros de la Orden sagrada del Dios. Le sigue el Ejercito, que tiene como objetivo reivindicar todo lo Sagrado.

A un día de viaje de la “otra” ciudad, el Señor pide a Ommun que oficie una ceremonia al Dios para que les dé fuerzas. Ommun alza su mano al Dios y el Señor alza su Espada. Los hombres alzan sus armas y se sienten fuertes, sagrados. Pues es lo que Dios quiere de ellos.

Ziehe ins gelobte Land
Gottes Schwert in meiner Hand
dann sind wir Heilig!
Cruzando la tierra sagrada
con la espada de Dios en mi mano
¡somos sagrados¡

Ommuhan permanece junto a su padre, ayudándolo a oficiar la ceremonia. Esta feliz de ver tan buenos hombres junto al Señor. Sabe que todos ellos, que guardan silencio ante las palabras de Ommun, que se arrodillan y claman a Dios son buenos, pues luchan por lo que es sagrado para ellos.
Sin embargo, Ommuhan ve, Ommuhan sabe. Ommuhan ve a los hombres que acompañan a los caballeros de la Orden del Dios. Ve algunos hombres ignorantes, y otros que buscan lo sagrado como sus amos. Pero también ve a otros hombres y sabe que son lobos, que buscan la tierra, el oro y la sangre. Ve a los lobos y tiembla al verlos también entre algunos de los caballeros de la Orden. Para ellos no hay nada sagrado en este mundo.

Heilig
...doch Heilig ist mir nichts auf dieser Welt!
¡sagrado¡
¡Pero no hay nada sagrado para mi en este mundo¡

La "otra" ciudad gritó y tembló como una sola. Cuando el "otro" Señor fue derrotado y sus caballeros, que pertenecían a la "otra" Orden de su "otro" Dios, murieron el campo de batalla, la ciudad fue tomada. Pero después de colocar su Bandera sagrada, el Señor dejó la "otra" Ciudad en manos del Ejercito. Ommun y el Señor se reunieron con los Caballeros a tratar lo relevante a la futura ocupación y gestión de la ciudad. Solo vieron lo bueno que era para ellos y se regocijaron.
Ommuhan vio como los hombres-lobo tomaban la ciudad. Destruyeron todo lo que no se pudieron llevar y se llevaron todo lo que quedó para coger. Mataron, robaron y arrasaron porque, después de tantos años de guerra, desolación y muerte por seguir vanas promesas u órdenes, ya no quedaba nada sagrado para ellos.
Heilig war uns nichts auf dieser Welt
¡No hay nada sagrado para nosotros¡

Y la lluvia roja cayó de nuevo sobre la tierra...



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Heilig (I)


I:

Para Garbi, sagrada eran las palabras de su padre, por la sabiduría que le daba su edad y por la potestad que tenía como padre de familia. Sagrado, era también el Gran Lago en el que su pueblo veneraba a su Diosa. Y sagradas eran también las palabras de su abuelo, sabio en edad como su padre, que hilaba las palabras que conducían a sueños y leyendas, historias del ayer, historias del presente y otras que no ocurrieron nunca.
Una noche, volviendo a casa Garbi contó estos pensamientos a su familia. Tras pronunciar algunas palabras que no venían a significar nada, salvo un "si, te hemos oído", la familia siguió hablando de la despensa nueva que habría que construir, con qué dinero iban a comprar los materiales y al fin al cabo quien iba a levantarla. Garbi se quedó un poco atrás. El abuelo dijo que esa noche contaría un cuento que había recordado por las palabras de Garbi. Sonrió y el también se fue.
- ¿Estás segura, de que solo eso es lo que es sagrado?
Garbi miró a Gert, su hermano. Él también era sagrado para ella, pero a su manera.
Te has dejado lo más importante – el joven cogió la mano de Garbi y la colocó sobre su pecho – Esto. Lo de aquí adentro, esto, es lo más sagrado.

Heilig ist mein Geist der in mir flieβt
Sagrado es mi espíritu que fluye en mi.

Garbi comprendió lo que su hermano quería decirle. Bueno, quizá solo a medias. Primero pensó que se trataba de su cuerpo, que había que cuidarlo y respetarlo. Después, pensó que su hermano quería decirle que ella también era sagrada para él. Finalmente lo comprendió.
Cuando se alzó la primera lanza, todas las demás la siguieron. Garbi no sabía quienes eran los que vivían al otro lado del Gran Lago, y apostaba que Gert tampoco. Pero los "otros" habían empezado a construir casas en su orilla del Lago, e incluso sobre El. Después empezaron a cazar patos y otras aves utilizando reclamos mejores que los suyos. Un grupo de hombres del pueblo de Garbi cruzaron el Lago, tras ofrecer presentes a El, y quemaron las cabañas de los "otros". Unas semanas más tarde, ardieron algunas casas del pueblo de Garbi y desaparecieron algunos animales. Pronto, la forja temblaba como un volcán mientras creaba nuevas armas y se afilaban las viejas. Gert y su padre cogieron las armas y fueron a matar a los "otros". Todo el pueblo iba con ellos.
Garbi vio como el Lago rezumaba fuego y sobre el agua negra de la noche, creyó verla teñida de la sangre de los hombres. En brazos de su madre, su hermano más pequeño lloraba.
¿Por qué van los hombres a la guerra?- Porque amenazaron lo que era sagrado para ellos.

Heilig ist mein Krieg der Blut vergieβt
Sagrada es mi guerra que derrama la sangre

Los hombres volvieron sangrantes y aullando victoria y derrota por igual. Los "otros" se alejaron del Lago, pero volvieron dos estaciones más tarde. Con ellos venía el "otro" Señor, al que los "otros" rendían pleitesía y daban parte de sus bienes. A cambio de protección. El "otro" Señor cruzó el Lago con su ejercito y el pueblo de Garbi ardió.
La pequeña caravana formada por los vecinos y la mermada familia de Garbi avanzaba intranquila. Avisarían a su Señor, el verdadero, el que debería mandar sobre todos los "otros". Garbi pensó que sin duda ellos serían sagrados para su Señor, y vendría a ayudarlos.

Para el Señor, sagradas eran sus tierras, sagrado era su honor y sagrada era su ambición. Todo aquello fue dañado por lo que el Señor convocó su Ejercito. Lo que quedaba de la familia y el pueblo de Garbi se quedó en el Castillo del Señor. El Ejercito arrasaría los “otros” pueblos y atacaría el “otro” Castillo donde se ocultaba el “otro” Señor. Gert se fue con ellos.

La tierra tembló y el cielo tronó. Las puertas cayeron y ellos entraron. Quemaron, mataron y entonces, cuando no quedó nada salvo gritos y sangre, Garbi despertó. El alivio duró poco, pues el clamor de la batalla estaba allí, junto al Castillo. Garbi corrió hacia afuera para ver que su sueño estaba allí, justo a las puertas del Castillo. A lo lejos, las hogueras mostraban el camino que había seguido la Muerte hasta ellos.

Roter Regen auf die Welt¡
¡Lluvia roja sobre la tierra¡

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